15 abr 2011

La Fabriquera



Cuando le conté a Laura Valencia esto de la Expedición, lo hice con entusiasmo. Días después, me habló de melancolía, de que esta expedición tenía como un deje melancólico. Me sorprendió. Mi única y débil respuesta es que tiendo a esconder ese aspecto saturnino que hay en todo lo que hago, para que los demás se sumen. Ese fue, entre Laura y yo, nuestro primer punto de encuentro.

(Muchos días después, en la pared del Álbum-Oficina colgué una foto de Walter Benjamin, un doble homenaje: a Laura, porque Susan Sontag escribió un ensayo sobre Walter Benjamin y la melancolía titulado "Bajo el signo de Saturno", y a Pep Izquierdo, que hojea el Libro de los pasajes como si éste fuera un oráculo, igual que antes se hojeaba Robinson Crusoe o la Biblia).

Con Patricia Ríos hablé de teatro, de la escritura en colaboración. Le conté mis aventuras escribiendo teatro con Gemma, con Pep. Nos encontramos ahí, Patricia y yo, en una parrilla de Villa Elisa, hablando de cómo se escribe teatro a cuatro manos.

La noche del sábado, cuando la Expedición llegó a la estación de Tolosa, nos esperaba una extraña compañía. Lo que hicieron en ese puente sobre las vías era teatro y no. Por momentos me recordaba lo que hicimos en otra vida con la Internacional Melancólica y en otros me salía a la mente Amarcord. En un momento pareció que el tren que paró en la estación era parte del espectáculo. El maquinista se sumó haciendo sonar la bocina al arrancar. Luego sonó el acordeón, y la extraña compañía, con sus trajes tristes y bellos, nos guió puente arriba.

Patricia escribió en el blog de La Fabriquera unas notas sobre la Expedición. Empiezan así:
Cuando Laura me cuenta algo sobre la expedición me parece un verdadero delirio, e inmediatamente me dan ganas de sumarme. ¿Pero sumarnos cómo? Pensamientos varios: tal vez tendría que hacer una pasada por los puntos del itinerario, hablar algo más con los expedicionistas, mirar el blog (esto lo hago). Los días pasan y se viene la expedición. Rápidamente organizamos un formato de acción, lo único seguro e inamovible es el puente. El puente de Tolosa: el lugar del encuentro. Varios fabriqueros se suman a la actividad quizás con más dudas que nosotras, sin saber muy bien a qué. Por momentos pensando “si hubiera habido más tiempo”, y por momentos lanzados a la idea que no hay nada que probar de antemano, más que tomar el lugar con lo que queremos hacer. Puro deseo y variables que se multiplican al infinito.

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